lunes, 25 de abril de 2011

La Integración Mediterránea

Karl Schiller, ministro de economía del nuevo gobierno socialdemócrata en la República Federal de Alemania a finales de los años sesenta, colaborador del flamante canciller Federal Willy Brandt; se distinguió como profesor en la cátedra de economía y le dio un nuevo impulso al manejo de la economía alemana durante los siete años que estuvo al frente de esta cartera de gobierno.

Hombre de buen gusto, moderno, objetivo y preciso, fue solicitado como asesor por algunos países del Golfo, y en especial por Arabia Saudita. Hombre calculador y prudente, Schiller recomendó un proceso de industrialización paulatino con el desarrollo paralelo de obras de infraestructura económica y social, para no ahogar las instalaciones portuarias y las ciudades, que debían dar cabida a toda una población de obreros, técnicos, empleados y ejecutivos, venidos de todas partes, para trabajar en las nuevas industrias, construcción de viviendas, construcción de carreteras, nuevas fuentes de energía, refinerías, y toda una gama de instalaciones industriales que los países desarrollados de Oriente y de Occidente proponían a los gobiernos del Golfo. Hubo ciudades que multiplicaron por cien su población en un periodo de diez años.

Schiller concluyó que la sola industrialización y desarrollo de infraestructura no eran suficientes, y que más bien, el alcance de tales objetivos y metas podrían ser causa de desequilibrio y tensiones importantes, si no se implementaban planes de educación, formación y capacitación del pueblo árabe para que asumieran la conducción y mandos medios en la industria moderna. Era necesario capacitar la nueva mano de obra, formar a los nuevos técnicos y preparar a los dirigentes y líderes que reemplazarían al numeroso recurso humano importado desde otros países.

La siembra del petróleo, recurso natural cuyas reservas se agotarían algún día, tenía que ser invertido en el desarrollo humano de los pueblos árabes, y no en los ya famosos “petrodólares”, los cuales perdían constantemente su valor real por efectos de la inflación y el colapso del patrón monetario internacional a raíz del cierre de la ventanilla oro de Estados Unidos, ordenado por el Presidente Nixon. De ahí la necesidad de dosificar la producción en función de las inversiones generadoras de conocimiento y fortalecimiento tecnológico, lo que llevó a una reducción de la extracción y exportación de petróleo al menos durante aquellos años.

El Ministro Schiller, un planificador y un técnico visionario de largo plazo, era partidario de la formación de un ciudadano árabe común, preparado para entender y participar activamente en la vida económica y política de sus países. Se hacía necesaria una formación con base en las ciencias sociales que les permita a médicos, ingenieros, biólogos, físicos, agrónomos y otros, incidir en la conducción política y estructuración de sus instituciones políticas.

El ciudadano común debía protegerse contra los abusos del Estado y diseñar los mecanismos institucionales para que el Poder frene al Poder. El desarrollo y compromiso con las organizaciones intermedias era uno de los pasos importantes que podían concretarse en el mediano plazo para que los grupos de interés estuvieran debidamente representados, y sus dirigencias debidamente controladas y evaluadas en su desempeño, para no caer en las garras de la burocratización y corrupción de las organizaciones políticas.

Para ello, alcanzar la racionalidad política y económica, implicaba, entre otras cosas, reducir la distancia entre gobernantes, partidos políticos y gobernados, mediante una interrelación estrecha entre todos los actores sociales, involucrando organizadamente a todos. Pero para eso, era indispensable una comunidad civil y política educada, con capacidad de dialogar, negociar, y lograr consensos.

Durante los últimos sesenta años, el determinismo científico y el fatalismo histórico en Europa era ya cosa del pasado, pese al universalismo latente, pero no determinante. El ser humano se concebía en la capacidad de forjar su propio destino tomando decisiones inteligentes y sabiendo definir exactamente el futuro de sus comunidades. De ahí el rechazo a toda forma de autoritarismo y promoción de la cooperación hasta el más alto nivel de la integración política. Mayo del 68 fue una de las grandes manifestaciones de ese rechazo al autoritarismo y defensa de las igualdades democráticas, como reconocimiento de esa capacidad aristotélica de autorrealización que tiene el hombre, utilizando el poder de la razón y su libertad para escoger su propio bien, así como la facultad de conocer y practicar la virtud, como medio de alcanzar nuestra felicidad. “No se trata de observar la historia, pues somos artistas de nuestro propio destino”, era el mensaje.

Contrario a la trayectoria y éxito europeo después de la Segunda Guerra Mundial, lamentablemente, la economía y la política en Irán y en los países árabes tomo un rumbo diferente, donde la democracia brilla totalmente por su ausencia. Se instalaron los gobiernos de orientación islámica radical, las monarquías tradicionales, o los gobiernos de facto, como el de Libia y el dictador Gadafi. Los países árabes continúan siendo extraordinariamente ricos en recursos, con una población mayoritariamente pobre, niveles de educación extremadamente bajos, y las grandes asimetrías que se observan entre las construcciones fastuosas, desarrollos hoteleros y comerciales magníficos, en un entorno de subdesarrollo y atraso.

En el norte de África y Medio Oriente el maquiavelismo arribista y deshumanizado está presente, los gobiernos se instalan y perennizan en el poder, fomentando una exclusión mezquina y el servilismo de los seres humanos, mediante el uso de la fuerza y de la maquinaria militar proporcionada por los máximos “defensores de la democracia”. Ironía de las ironías: la historia se repite.

Surgen las revueltas en Túnez, Egipto, y hoy con mucha fuerza en Libia, y la gran integración mediterránea vuelve a la palestra como información de primera plana. Surge una nueva oportunidad para los países y pueblos árabes, esta vez promovida desde la Unión Europea que persevera inteligentemente en la estabilidad política y económica de la región, como parte de su geopolítica estratégica. Se habla ya de grandes inversiones, ambiciosos planes de desarrollo, canalización de recursos al estilo Plan Marshall, y grandes instalaciones industriales de todo tipo. El Presidente de Francia se pronuncia decididamente a favor de esta cooperación, e insta a los países europeos a participar en esta gran cruzada de integración de sus vecinos mediterráneos del sur.

¿Cuál será el resultado de todo esto? No lo sabemos por el momento. Los que sí están preparados son los grupos interesados y arribistas que se lamen y relamen preparados para el gran banquete, con la nueva generación de Shas y monarcas decadentes ya seleccionados y sentados a la mesa. Esta vez, esperamos que los pueblos árabes hayan aprendido de la experiencia de Grecia, Portugal y España y de los enormes beneficios generados por la integración y democratización de esos países. Con todas sus fallas, los resultados de la integración europea están a la vista.

No obstante lo anterior, se sobreentiende que los países árabes tendrán que tomar en cuenta sus diferencias religiosas y culturales, aprovechar las posibilidades y ventajas de la modernización sin caer necesariamente en la occidentalización. Los modelos y procesos de integración no son más que eso: modelos. Los países deben interpretar y adaptar dichos modelos a sus propios intereses y conveniencias, donde las redes sociales desempeñan una importante labor de dirección y control de la gestión gubernamental. En efecto, las fuerzas y los intereses universalistas continuarán presentes, dentro y fuera de los países árabes y de Irán, donde el doble discurso y la doble moral afloran nuevamente, tal como ha ocurrido en épocas pasadas. Basta con recordar el caso de Saddam Hussein, de la familia Somoza, de Noriega, del dictador Pérez Jiménez y otros gobernantes de facto que fueron bienvenidos, fortalecidos, maldecidos y abandonados de acuerdo a los intereses y oportunidades del momento. El propio Pérez Jiménez fue condecorado y recibido en Washington días antes de iniciarse la revuelta que terminó con sus años de tiranía y el Sha de Irán fue colocado, destituido y restaurado en el poder para condenarlo luego a un prolongado periplo de destierro hasta su muerte.

Pero como dice la sabiduría popular, la oportunidad es calva, y hay que aprovecharla. Pero hay que saber aprovecharla. De no ser así, ¿podrán los árabes esperar otros cuarenta, cincuenta o cien años?

HARRY MARTIN ANTONIO DORN HOLMANN

Director Académico de Carrera

Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales

Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas y Relaciones Internacionales

Universidad de Los Hemisferios
Paseo de la Universidad Nro. 300 y Juan Díaz (Urbanización Iñaquito Alto)
(5932) 17008436473 (Ext.224 )
harryd@uhemisferios.edu.ec
Quito – Ecuador

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