martes, 19 de abril de 2011

Jorge Castañeda, las dos Américas Latinas, Obama y algunos errores de apreciación

Raúl Allard Neumann analiza, en 10 puntos, las tesis que plantea en su columna el ex canciller mexicano Jorge Castañeda, .

Síntesis

El ex Canciller mexicano Jorge Castañeda, normalmente un analista informado, anuncia que la reciente visita de Obama a América Latina sería la última a la Región como tal por cuando habrían en realidad dos “América Latina”, la América del Sur, en la que destaca a Brasil, Chile, Argentina, Perú, Colombia, entre otros, y la “otra América”, más cercana a los Estados Unidos, integrada por México, Centro América y el Caribe. Desliza como erróneas políticas como las de crear el UNASUR , detrás de lo cual aprecia un afán de excluir a México, Estados Unidos y Canadá, a diferencia de lo que significaría la OEA que sí los acoge. Estimamos que el analista mexicano, en este caso, incurre en una apreciación errónea al magnificar la importancia de la relación- siempre importante-con Estados Unidos y no valorar la relevancia de América Latina como actor colectivo con intereses propios e identificables si se trata de promover en las próximas dos décadas un sistema internacional más coherente, más justo, con respeto a las diversidades y con posibilidades de desarrollo y participación para todos los pueblos.

Raúl Allard Neumann, ex Presidente del Foro Valparaíso

  1. La gira del presidente Barrack Obama de los Estados Unidos a Brasil, Chile y El Salvador fue fuente de interesantes aportes y debate tanto anteriores a la misma-como el caso de Jorge Castañeda- como durante y después de la misma. En un artículo publicado en “El Mercurio, Santiago, “El viaje de Obama y América Latina”, Jorge Castañeda, ex Canciller de México, y quién nos tiene acostumbrados a análisis independientes e informados, despliega como siempre “good insights”, buenas visiones como cuando describe las tendencias comunes o de algún modo similares- aunque en medio diferencias- de diversos países sudamericanos que trata con mayor interés, como Brasil, Chile, Argentina, Perú y Colombia, con características como democracia, clases medias, empresariado local e inversión extranjera, exportadores de “ commodities” de altos precios, comercio internacional diversificado y otros. Igualmente, cuando se refiere a la agenda más propia de las relaciones de “la otra América”, los países ubicados más al norte de la Región, México, Centro América y el Caribe en sus relaciones con Estados Unidos, en particular, en temas como fronteras, migraciones, migraciones, comercio transfronterizo, turismo, seguridad, narcotráfico.
  2. La conclusión natural sería de que existe cierta particularidad en la agenda de estos países situados relativamente más al norte geográfico del Continente por la omnipresencia de Estados Unidos, la mayor potencia mundial. Distinto a América del Sur con una agenda más amplia en la que la vinculación con Estados Unidos es importante pero no decisiva.
  3. Aunque no lo dice con esas palabras Castañeda, Estados Unidos y la Administración habrían dado hasta el momento una atención conjunta a América Latina: en esta oportunidad visitó dos países sudamericanos, Brasil y Chile y un centroamericano, El Salvador, pero antes había visitado a México y participado en la Cumbre de las Américas en un país del Caribe anglófono, en Puerto España, Trinidad y Tobago
  4. Hasta aquí, sin duda, se puede concordar con el marco de referencia propuesto por el analista mexicano. Sin embargo, merece una análisis mayor la observación de Jorge Castañeda en el sentido de que este podría ser “la última visita” a la Región como tal, pues ”de ahora en adelante será cada vez más difícil hablar de una unidad latinoamericana y habría que pensar en dos partes muy desiguales y muy diferentes”, esto es las dos zonas ya referidas, Sudamérica y “la otra América”, la región de más al norte y cerca de EEUU. Lleva la distinción al extremo de hablar “del abismo” que divide a las dos áreas, atribuye una intención conspirativa a UNASUR, la Unión de Naciones Suramericanas, que sería un “organismo creado apara excluir a Estados Unidos, México y Canadá, diferencia de la OEA”. En este contexto crítico, la decisión soberana de Brasil, país emergente de creciente presencia internacional, de abstenerse en la votación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre la intervención en Libia, sería una muestra más de la “persistente esquizofrenia diplomática” de Brasil, más patente con el ex presidente Lula que con la Presidenta Rousseff, pero igualmente existente.
  5. Consideramos quede los elementos que hemos resumido en los puntos 1 y 2 de este comentario, no se siguen las afirmaciones que reseñamos en el punto 4 y que el ex Canciller mexicano habría incurrido en errores de apreciación. Mencionaremos cinco aspectos.
  6. En primer término, lo preocupante es que la ya detectada-en la doctrina y en el propio debate en México- situación especial de dicho país de difícil equilibrismo entre el norte y el sur a nivel latinoamericano e interamericano se resuelve aquí mediante una división de la región, la que se atribuye no a las políticas de México- como su inclusión en NAFTA y la orientación muy preferente de su comercio a Estados Unidos-, sino a los países del Sur y sus características y políticas. Este dilema se resuelve en esta visión en contra de una consideración de América Latina como actor colectivo.
  7. En segundo término, la referencia a UNASUR y su contrapunto con la OEA resulta a mi juicio poco coherente. UNASUR refleja una realidad como se colige del propio análisis de Castañeda entre países con características comunes en medio, también, de una fuerte diversidad. La experiencia de UNASUR es perfectamente compatible con la OEA. El autor de este comentario trabajó más de diez años en funciones directivas en la OEA y cree tener conciencia de sus fortalezas y carencias: la Organización se justifica como lugar de encuentro con EEUU y el tratamiento de materias como democracia y derechos humanos, pero en el plano propiamente político internacional los países latinoamericanos no presentan sus temas propios al seno de la OEA por la misma asimetría y diversidad de puntos de vista que se tiene con la mayor potencia mundial, que tiene otro juego, otros intereses, otras alianzas.
  8. Tercero, y lamentablemente, no se ha generado una institucionalidad propia de la integración latinoamericana suficientemente fuerte, pero la línea debe ser fortalecerla por medio de la convergencia de UNASUR, de instrumentos de consultas como el Grupo de Río-en que también está Cuba-,y de diversas experiencias regionales y subregionales de integración de modo de construir las mayores interacciones posibles a nivel de comercio intra latinoamericano y circulación de mercancías,capitales y personas, pero también otras formas de cooperación como la armonización de políticas en planos como el energético y el de la innovación, intercambios educativos y culturales, facilitar las inversiones mutuas y concertar posiciones latinoamericanas para tener una voz propia en foros como Naciones Unidas y la modificación del Consejo de Seguridad, FMI, Banco Mundial, OMC y la eventual reanudación de la Ronda de Doha.
  9. En cuarto término, la referencia a la supuesta “esquizofrenia” de la política de Brasil aparece también como poco fundamentada. Por una parte, nada se dice en tono crítico de países como Alemania que tienen muchísimos vínculos con EEUU y que también se abstuvieron en la resolución del Consejo de Seguridad sobre Libia. Por otra parte, Brasil puede sostener visiones que consideren, por ejemplo, sus políticas hacia el África, como parte de una acción con intereses desplegados a nivel universal. Más bien, podríamos imaginar hacia el futuro una América Latina que en instancias como esta pueda articular una posición propia que influya desde sí misma en los asuntos mundiales. Y lo mismo cuando se trata de articular cambios en la arquitectura del sistema internacional, desde una perspectiva de situaciones más justas para países y pueblos tradicionalmente más desaventajados.
  10. Por último, posiciones como la de Jorge Castañeda, con la que se puede, indudablemente, coincidir en algunos aspectos puntuales, considerada en su conjunto parece clausurar esa acción más decidida de América Latina como actor colectivo, considerando diferencia “abismales” en su interior. Creemos que no es así, que la posición del distinguido diplomático y académico mexicano parece exagerar la importancia de las relaciones de los países latinoamericanos con Estados Unidos-sean geográficamente más cercanos o más lejanos- y que en la actual realidad de la segunda década del siglo XXI se advierten muchas áreas problemas internacionales en que una acción mancomunada de América Latina es necesaria y posible.

Leer columna de Jorge Castañeda http://bit.ly/fbgW7r

(*) Raúl Allard Neumann es actualmente Director del Programa de Magister en Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

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